mayo 13, 2019

A punto de tirar la toalla

Hace algún tiempo me encontré con el chico de piel de arena desértica en el atardecer y ojos color miel, cristalina por cierto; fue en el cumpleaños de un amigo. Pocas personas con quien bailar, por lo que finalmente quedamos prácticamente emparejados para el baile, me encanta la salsa y el reggaetón, y a él también, aunque a veces yo sea una taba bailándolos, pero ¡cómo bailamos esa vez!, muy concentrados en el respectivo sandungueo, en un momento, mientras sus roces entibiaban mi piel, me dijo “¿Elisa, puedo tocarte?”, yo le dije que sí sin saber exactamente lo que quería, claro que sería testigo de un contacto que obviamente no afectaría el orden público ni las buenas costumbres, así que luego de haber bailado tan pegados y algo abrazados, tocarme significaba colocar sus manos directamente sobre mi cintura bajo la ropa, piel con piel, lo que me descuadró sin poder evitar la reacción de separarme rápidamente de él. Creo que fue una reacción normal mía, pero quedé sorprendida una vez más por su iniciativa.
Luego de la fiesta, nos retiramos en grupo de tres, caminando dejamos a un amigo y tomamos el mismo taxi puesto que su casa queda camino a la mía. Los pies me estaban atormentando, así que me quité las botas para darles un respiro, luego de mi expresión de bienestar, él tomó uno de mis pies lo colocó sobre sus muslos y lo empiezó a masajear con los dedos, me quedé sorprendida, era la primera vez que alguien me hacía algo similar, y peor aún en la parte trasera de un taxi, además es algo tan personal que me sentí cohibida, más que eso, invadida al principio, aunque luego una extraña felicidad me acogiera, pero ¿qué significaba? ¿qué tenía que hacer yo?, el chico que más me gusta en este planeta pero que no corresponde a mis flagrantes insinuaciones y coqueteos, me estaba masajeando el pie, fue increíble, pero menos creíble aún cuando me acerqué a darle un beso y me retiró su rostro. ¡Qué torpeza! ¿cuándo aprenderé?, pero ¿qué tengo que aprender?, ¿quién me lo explica?, ¿qué tengo que hacer con este chico?, ya estoy cayendo muy bajo ¿no?
Un amigo me comentó que, en este caso, para un hombre es difícil dar el siguiente paso, a pesar de las evidentes señales que puedan recibir, tal vez sea cierto temor al compromiso, al qué sucederá después, o puede ser que la chica no le gusta lo suficiente como para arriesgar todo, dejar de pensar y entregarse al momento.
He llegado a la conclusión de que mi “ojos miel” tiene una ternura tan grande dentro de sí, incomprensible, he concluido que él cree en el amor, en el sexo con amor, es más, en los besos con amor, ¡qué
tortura!
No es que crea que es el hombre de mi vida y quiera casarme con él, somos amigos, y me encanta esa amistad, pero lo que siento es una atracción de dimensiones ya indescriptiblemente desbordantes originadas por su rechazo, pues sólo quiero estar con él, endulzarme con la miel de sus ojos, bailar con su voz, iluminarme con su sonrisa, perturbarme con sus manos frías de dedos angulosos, adorar sus requiebros, que me sorprenden, me descuadran y me regresan al principio y final de todo después de rechazarme por enésima vez.
Concluyo que estoy obsesionada con alguien que creo que nunca me va a corresponder; y a punto de rendirme.